domingo, 13 de diciembre de 2020

LA PERSISTENCIA DE LA MEMORIA (Salvador Dali)

 

LA PERSISTENCIA DE LA MEMORIA (Salvador Dali)




LA PERSISTENCIA DE LA MEMORIA conocido también como Los relojes blandos es un representativo cuadro del surrealismo daliniano. Desde su exposición en la Galería Pierre Colle de París, en junio de 1931, esta pintura se ha convertido en una de las imágenes más reproducidas, e identifica a su autor entre el gran público, incluso entre aquél que apenas tiene ningún conocimiento previo sobre los objetivos o la naturaleza del arte contemporáneo. 

Es un paisaje onírico. Aparece la bahía catalana de Port Lligat al amanecer. El paisaje es simple; aparece el mar al fondo y una pequeña montaña a la derecha. Hay tres relojes blandos y deformados, elementos que ya habían aparecido en una obra suya del año anterior, Osificación prematura de una estación. 

Dalí, según él mismo dice, se inspiró en el queso camembert a la hora de añadir los relojes al cuadro, relacionándolos por su calidad de "tiernos, extravagantes, solitarios y paranoico-críticos". Uno de los relojes cuelga en equilibrio de la rama de un árbol. Más abajo, en el centro del cuadro, otro se acopla a modo de montura sobre una cara con largas pestañas inspirada en una roca del cabo de Creus.

Los relojes, como la memoria, se han reblandecido por el paso del tiempo. Son relojes perfectamente verosímiles que siguen marcando la hora (supuestamente en torno a la seis de la tarde). Dalí dijo sobre el cuadro: "Lo mismo que me sorprende que un oficinista de banco nunca se haya comido un cheque, asimismo me asombra que nunca antes de mí, a ningún otro pintor se le ocurriese pintar un reloj blando".

El dibujo tiene una enorme importancia en el cuadro. Es de líneas puras, muy académico y relamido. Los objetos están representados con exactitud y detallismo, pero sus dimensiones no son reales y están deformados. La luz juega un gran papel. El cuadro está dividido en dos partes no simétricas: una un tanto “tenebrista”, en primer término, con un foco de luz a la derecha que ilumina suavemente los objetos, que proyectan sus sombras y se recortan en el espacio; y la otra, fuertemente iluminada, al fondo, con una luz muy blanca, irreal. El color es rico y variado. Predominan los tonos fríos (azules, grises, blancos), que contrastan con los cálidos (ocres, marrones y amarillos).

La composición está muy estudiada. Domina la línea horizontal del mar al fondo, remarcada por la luz, que divide el cuadro en dos mitades desiguales pero armoniosas. Se complementa con la horizontal de la rama seca del árbol, que con su tronco marca a la izquierda una vertical que equilibra la composición. Como elementos dinámicos, el pintor utiliza las líneas diagonales (mesa, cabeza) y las curvas (relojes, cabeza). El color contribuye a lograr estos efectos, ya que los tonos cálidos nos acercan las formas, mientras que los fríos las alejan. La perspectiva tradicional existe, pero el espacio parece extraño. El punto de vista del espectador es alto, aunque no en todos los objetos.


Fuente: http://2fundamentosartanagalvan.blogspot.com/2020/01/la-persistencia-de-la-memoria-de.html

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